En San Miguel de Allende, esta casa está diseñada para vivir en paz
“Durante la primera visita al sitio en la ciudad de San Miguel de Allende, la magia se hizo presente. Había que escucharla, sentirla e incorporarla para hacerla visible, palpable”, confesó Roy Azar. Con este proyecto, el arquitecto fue guiado por el entorno majestuoso que se caracteriza por los viñedos, las montañas y un lago.
Después de haber vivido quince años en el centro de la encantadora e histórica ciudad de San Miguel de Allende, el dueño —un emprendedor francoestadounidense— sintió el deseo de alejarse un poco del bullicio y de instalarse a las afueras para aprovechar más tranquilidad. Pidió a Roy Azar diseñar una versión moderna de una casa de campo. A partir de un lienzo en blanco, el arquitecto concibió una vivienda de una sola planta y con líneas depuradas, que se extiende en una superficie de 930 metros cuadrados y se organiza en forma de “U” para maximizar las vistas.
“El proceso de diseño empezó al inicio de la pandemia, cuando estaba confinado en mi casa, alejado de las distracciones de la vida cotidiana. Esto me dio el lujo de tener el tiempo de soñar con el paisaje. El panorama apacible, los volúmenes arquitectónicos contemporáneos y los materiales locales se unieron de forma natural”, expresó Azar. Tres materiales principales fueron empleados para construir toda la casa: el concreto negro, la piedra caliza crema y la madera de roble, en sus formas más puras. “Esta fue la paleta inicial, lo demás solamente fueron los complementos”, continuó.
La obsidiana, mosaicos de bronce y el mármol blanco cubren algunas paredes para crear puntos de enfoque en los distintos espacios. “El diseño debía fusionarse con el contexto. Todo tenía que ser luminoso en cuanto a colores y rico en texturas”. Bañado de luz natural en todas sus fachadas, el vestíbulo da la bienvenida y se vuelve una transición entre afuera y adentro. En este pabellón independiente, los muros perforados permiten la circulación del aire durante el día y originan efectos de luz fascinantes por la noche. La estancia familiar se conecta con un jardín zen que cuenta con grandes rocas de obsidiana negra y árboles de magnolia. La cocina mira directamente al lago y a las jacarandas, y la zona exterior consta de una piscina de 18 metros de largo. “El dormitorio principal, como el centro de la escena, permite tener cerca todos los rincones del entorno. El singular vestidor, envuelto de ventanales y un gran domo, deja ver el movimiento del sol según las horas del día, mientras que al fondo encontramos un espacio para la lectura, la siesta de la tarde y la meditación”, describió el arquitecto.
Hay sorpresas visuales gracias a los patios interiores y los elementos de agua, los cuales refuerzan un estilo de vida que fusiona el interior y el exterior. “No hay espacio dejado al azar. Todo encaja, embona y tiene razón de ser”, aseguró.
A la vez elegantes, confortables y funcionales, el mobiliario y las lámparas fueron escogidos para complementar la arquitectura. Muebles del diseñador italiano Pietro Franceschini, telas de Pierre Frey, un tapete artesanal y piezas de Taller de Obsidiana, entre otros, adornan esta vivienda.
Todo fue pensado con mucho cuidado para despertar los sentidos, donde los mayores protagonistas son los elementos naturales. “En esta casa, el tiempo se detiene para vivirlo en plena tranquilidad”, concluyó Roy Azar.